CAVOYE_Ier.
Marqués de / 1er. Marquis de_Louis D’Oger o D’Ogier de Cavoye, Caballero y luego
1er. Marqués de Cavoye [Paris, 1639 / Hôtel de Cavoye, París, 03-02-1716]. Fue
un oficial y cortesano perteneciente a la nobleza de la región francesa de
Picardía, que prosperó en la corte francesa gracias a la influencia de su madre
y se distinguió por su arrojo en el campo de batalla, gozando de la amistad,
favor y protección del rey Luis XIV, al que físicamente se le parecía
asombrosamente.
Su padre,
François d’Oger o d’Ogier, Caballero y Señor de Cavoye (1604-1641), había
servido bajo el Duque Enrique II de Montmorency, uno de los grandes señores de
la alta y poderosa nobleza gala de primer rango, hasta que en 1630 fue nombrado
capitán de guardias del Cardenal-Duque de Richelieu. Sin embargo, encontró
prematuramente la muerte en setiembre de 1641, durante la batalla de Bapaume, a
la edad de 37 años.
Su madre,
Marie de Lort de Sérignan (1602-1665), había casado en segundas nupcias con su
padre el 16 de setiembre de 1625, siendo ya viuda de un primer matrimonio con
Jean de La Croix y sin hijos. El matrimonio, que fue por amor (cosa rara para
la época), tuvo entonces 6 hijos varones y 5 hijas:
-Henriette
Louise d’Oger de Cavoye (1626-1697); c.c. François Antoine de Sarret, Marqués
de Fabrègues (1620-1710) => con descendencia.
-Pierre d’Oger
de Cavoye (1628-1648), Insignia en las Guardias-Francesas, caído en la batalla
de Lens.
-Constance d’Oger
de Cavoye (1630-1646?), religiosa en el Convento de Notre-Dame de Narbonne.
-Charlotte d’Oger
de Cavoye (1630- ), religiosa en el
Convento de Nuestra-Señora de Narbonne, como su hermana gemela.
-Marie d’Oger
de Cavoye (1631 - ¿ )
-Charles d’Oger
de Cavoye (1632-1654), Insignia en las Guardias-Francesas.
-Eustache d’Oger
de Cavoye (1637-1703), Insignia en las Guardias-Francesas.
-Armand d’Oger
de Cavoye (1638-1667), Insignia en las Guardias-Francesas, caído en el asedio
de Lille.
-Louis d’Oger
de Cavoye (1639-1716), 1er. Marqués de Cavoye y último del nombre; c.c. Louise
Philippe de Coëtlogon-Méjusseaume (ob.1729) => sin descendencia.
-Anne d’Oger
de Cavoye (1640-1711); c.c. Raymond d’Alfonse, Señor de Montroux => con
descendencia.
-Jacques d’Oger
de Cavoye (1640-1652).
Los padres
de nuestro personaje se amaban hasta la locura. La inesperada muerte del marido
dejó a su madre en una situación precaria, pero consiguió obtener la tutela de
sus 11 hijos y todos menores el 16 de noviembre de 1641. Para colmo, sobrevino
poco después la muerte de su padre, Guillaume de Lort de Sérignan, en enero de
1642; luego fue la del Cardenal de Richelieu y la del rey Luis XIII en 1643. Su
desgracia y su mala situación consiguieron llamar la atención de la Reina Viuda
Ana de Austria, que le ofreció un puesto de dama de honor en noviembre de 1643.
El cronista Tallemant des Réaux la describiría como “tan hermosa como
inteligente”. El Duque de Saint-Simon, memorialista, diría a su vez:
“…la madre
Cavoye era una mujer de mucho ingenio, venida no sé cómo de su provincia ni por
qué medio conocida de la reina madre, en tiempos en los que ella tenía
necesidad de toda clase de gentes. Le gustó, la distinguió con bondades sin
sacarla de su pequeño estado. Madame de Cavoye aprovechó para introducir a su
hijo en la corte y ambos a hacer amigos…”
Los tres
hermanos mayores de Louis habían muerto al servicio del rey. Pierre en 1648,
Jacques en 1652 y Charles en 1654. El joven Louis fue entonces educado al lado
del joven rey Luis XIV y se convirtió en uno de sus amigos íntimos.
Cuando en
julio de 1665 falleció Madame de Cavoye, ésta había dejado nombrado en su
testamento a su hijo Louis como su único heredero, en perjuicio de sus hermanos
mayores Eustache y Armand, a los que juzgaba severamente como demasiado
manirrotos. De este modo, Louis –que era el quinto hijo varón de la prole- se convirtió
en el jefe de familia.
En 1666,
inauguró su carrera militar bajo las órdenes del almirante holandés Ruyter.
Considerado
como uno de los hombres más bien parecidos de Francia, Cavoye se aprovechó para
romper corazones y multiplicar conquistas femeninas. Sin embargo, desde 1668,
había provocado –sin quererlo ni buscarlo- una enorme y desbocada pasión en una
de las damas de honor de la reina Maria-Teresa de Austria: Louise Philippe de
Coëtlogon-Méjusseaume, hija del Marqués de Coëtlogon. Pero Cavoye la ignoraba:
la joven damisela era del montón y, para colmo, sin dote.
El Duque de
Saint-Simon la describió de este modo:
“…
Mademoiselle de Coëtlogon era fea, modosa, ingénua, amada y muy buena persona;
[…] era una de las chicas de la reina Maria-Teresa, se encaprichó de Cavoye, y
se enamoró de él hasta la locura…”
Cavoye era
entonces un hombre apuesto, guapo y muy aficionado a revolotear alrededor de
las hermosas damas de la corte. Es de este modo que se convirtió en el amante
de la guapa Hortense Mancini, Duquesa de Mazarino y casada con el Duque de La
Meilleraye, un lunático. Luego cayó entre sus brazos la bella Sidonie de
Lénoncourt, Marquesa de Courcelles –también casada con un marido extremadamente
celoso-. Cuando el Marqués de Courcelles se enteró de la infidelidad de su
esposa, montó en cólera y retó en duelo a Cavoye. Fue cosa hecha el 7 de mayo
de 1668. Al final del duelo, ni uno ni otro se hirieron de gravedad; ambos eran
amigos y acabaron haciendo las paces con un abrazo. En cualquier caso, Courcelles y Cavoye habían
violado una ley real que prohibía los duelos y Luis XIV, implacable, los mandó
arrestar a ambos: el Marqués de
Courcelles dio con sus huesos en La Bastilla y Cavoye fue encerrado en La
Conciergerie… por espacio de 2 años!
Liberado en
1670 al estallar la guerra, ya que el rey necesitaba de todo el mundo para la
campaña de Flandes, reintegró su puesto en el ejército como ayudante-de-campo
del rey y se cubrió de gloria el 12 de junio de 1672 en el Pasaje del Rhin,
junto con cuatro de sus amigos: el Caballero de La Salle, el Marqués de
Béringhen, el Conde de Nogent y el Marqués d’Ambre. Gracias a su arrojo y
valentía en el fragor de la batalla, Cavoye se ganó el apodo de “el Bravo”,
mote que le acompañaría hasta su muerte.
Interrumpida
la campaña en invierno y regresado a París, Cavoye volvió a ser arrestado y
encerrado en La Bastilla, esta vez por haber participado, en segundo plano, en
un duelo. Su enamorada, Louise de Coëtlogon, cayó en la desesperación y rehusó
dirigir la palabra al rey. Saint-Simon cuenta que ésta cambió su rico vestido
de corte por otro vulgar e impropio de una dama de honor de la reina, a modo de
protesta silenciosa. Llegaría aún más lejos. Intentó obtener del rey el perdón
para Cavoye pero Luis XIV rehusó concedérselo, y ésta estalló entonces en
improperios e insultos, riéndose le monarca de su osadía. Ultrajada por las
mofas del rey, pretendió llegar a las manos y arañarle. La protesta de la
damisela siguió hasta incluso la mesa real: Luis XIV tenía por costumbre comer
con la reina María-Teresa; la Duquesa de Richelieu y las damas de honor de la
reina debían servir la mesa. Pero la damisela de Coëtlogon se negaba en redondo
servir al rey mientras Cavoye siguiera preso, le evitaba o le decía sin
florituras que no se merecía que le sirviera o le dirigiera la palabra. Luego
vinieron los malestares, los desmayos, los desesperos… hasta que tanto el rey
como la reina exigieron a la Duquesa de Richelieu que hiciera el favor de
llevar a la damisela a visitar al objeto de su pasión a La Bastilla, cosa que
hizo un par o tres de veces.
Cavoye, por
su parte, permanecía insensible a la pasión que había provocado. Mademoiselle
de Coëtlogon daba todos los pasos, pero Cavoye era cruel y a veces brutal en
sus respuestas a tantas atenciones; le sacaba de quicio verse de esa manera
acosado. Ante la fría indiferencia de Cavoye, tanto el rey como la reina le
reprocharon su actitud y le exigieron que se mostrara más humano en su trato.
En 1675, el
cargo de Gran Mariscal de los Alojamientos del Rey quedó vacante con la muerte
de Louis de Tessé, Conde de Froulay (había muerto en acto de servicio en
Consarbrück). Saltando sobre la ocasión, Luis XIV prometió el cargo a Cavoye si
consentía casarse con Mademoiselle de Coëtlogon. Cavoye rehusó sellar el trato.
El rey perseveró, insistió y, al final, se lo ordenó prometiendo que cuidaría
de su fortuna en la corte y que, a modo de compensación por la falta de dote de
la novia, le aseguraba su cargo. A regañadientes, Cavoye cedió finalmente.
El 9 de
febrero de 1677, François de Guémadeuc, obispo de Saint-Malo, bendijo la unión
de Louis d’Oger de Cavoye con Louise Philippe de Coëtlogon, hija del Marqués
René de Coëtlogon, gobernador de Rennes y Lugarteniente del Rey en Bretaña, y
de la Marquesa Philippe Hélène de Coëtlogon. Ilustre nobleza bretona y de
rancio abolengo, pero sin fortuna ni medios con qué dotar a la novia. El novio
tenía 38 años, la novia 27 y hacía 9 que ésta le acosaba desenfrenadamente,
profesándole una adoración sin límites.
La recién
casada no aportaba al matrimonio otra cosa que su ilustre apellido, mucho
abolengo y una solemne pobreza. El recién casado, citado en el contrato
matrimonial como “Caballero de Cavoye”, aportaba como bienes una casa, su
privilegio sobre las sillas de porteadores heredado de sus padres, rentas, su
cargo de Gran Preboste General de Guyena, sus 60 arqueros (con sus 17.000
libras) y poco más. En el momento de casarse, Cavoye residía en la parisiense
calle de Grenelle. Fiel a su promesa, el rey le cedió el cargo de Gran Mariscal
de los Alojamientos, y Cavoye la compró a la familia De Tessé por 150.000
libras, ocho días antes de su boda. El rey añadió un regalo de boda: le
concedió el título nobiliario de marqués de Cavoye.
El cargo de
Gran Mariscal de los Alojamientos del Rey, consistía en coordinar los
desplazamientos de la Corte, y dependía directamente del soberano, del cual
Cavoye debía recibir las órdenes y al que prestaba juramento de fidelidad. La
remuneración del cargo era, por tanto, excelente: 8.100 libras de sueldo, 7.200
libras de sueldo extra, 3.000 libras de adelanto y 4.000 libras en libreas. A
partir de 1682, la Corte se instaló definitivamente en Versailles pero Cavoye
debía seguir ocupándose de los alojamientos de todas las tropas de la Casa del
Rey, ayudado por 12 mariscales de los alojamientos y de 48 furrieles que le
prestaban juramento. En tiempos de campañas militares y de los desplazamientos
de la Corte, el Gran Mariscal debía recibir las órdenes del rey para los
alojamientos de los oficiales y de toda la Corte (sobretodo de los príncipes de
sangre real).
En 1678, el
flamante 1er. Marqués de Cavoye alquiló en París un palacete en el número 52 de
la calle de Saints-Pères, que acabaría comprando y que hoy día aún se conoce
como Hôtel de Cavoye [en español sería Palacete de Cavoye]. El palacete en
cuestión pertenecía entonces a su ex amante, la Marquesa de Courcelles: ésta se
lo vende por 64.000 libras el 18 de julio de 1679, estando encerrada por
adulterio después de un escandaloso juicio al que la arrastró su marido.
Los
marqueses de Cavoye se instalaron en el palacete y llevaron en él una vida muy
sosegada, a decir de los testigos de la época.
En 1693,
Cavoye cae gravemente enfermo y, despechado por no haber recibido la banda azul
de los caballeros de la prestigiosa Orden del Espíritu Santo, en la última
promoción de 1688, solicita en 1696 el permiso para vender su cargo. Luis XIV
no le concedió tal permiso y, para reemplazar la tan preciada condecoración
real, le dio una pensión de 14.000 libras para él y su esposa en 1697, tierras
en Louveciennes para ampliar las de su castillo en 1700, y el privilegio de las
sillas de manos. Finalmente, el rey le concedió una cláusula de retención de
300.000 libras sobre su cargo (1707), vendiendo la sustitución al Marqués de
Cany, hijo del ministro Chamillart, conservando para si el usufructo.
Por su
cargo, Cavoye se veía obligado a estar la mayor parte del tiempo en Versailles,
y allí acabó haciéndose muy amigo de Boileau y de Racine. También participó en
la localización de Marly para instalar allí la residencia preferida del rey.
Para estar cerca, compró al yerno de Vauban el castillo de Voisins, en
Louveciennes, por 26.000 libras. Adecentó el castillo para poder allí acoger a
parte de los numerosos invitados del rey en Marly, que no encontraban
alojamiento en los pabellones del real sitio. Y, extrema rareza, el rey solía
hacerle visitas, lo cual era un honor muy buscado por cualquier noble propietario.
Su felicidad
habría sido completa si hubiese tenido hijos con su esposa, pero la marquesa de
Cavoye tan solo podrá darle un hijo nacido muerto y en condiciones muy
peligrosas para su salud. Después de tan mal parto, nunca volvería a quedarse
encinta. Preocupados por asegurarse un futuro sin penurias, los marqueses de
Cavoye se donaron mutuamente todos sus bienes para que viudo o viuda dispusiera
en toda libertad de las rentas y bienes muebles e inmuebles.
Con el peso
de los años y cansado, el Marqués de Cavoye acudía regularmente a tomar las
aguas de Forges-les-Eaux o en Saint-Amand, espaciando sus apariciones en la
Corte y prefiriendo residir en su castillo de Voisins. Llegaba incluso a
prestar su palacete de París a amigos, entre los cuales cabe distinguir a la
Princesa de los Ursinos y a Monseñor de Mailly, arzobispo de Reims.
A finales de
su vida, Cavoye volvió a pedir repetidas veces a Luis XIV que le cesara en el
cargo, pero el rey rehusaba siempre, diciéndole: “Cavoye, muramos juntos.”
El 1 de
setiembre de 1715, Luis XIV falleció en Versailles y el Marqués de Cavoye se
retiró en su palacete parisiense, donde vino a sorprenderle la muerte el 3 de
febrero de 1716. Dos días después, su viuda le daba sepultura en la iglesia de
Saint-Sulpice. Tenía 77 años. Su testamento fue leído el 10 de febrero, dejando
todos sus bienes a su viuda y también a los descendientes de sus hermanas.
La Marquesa
Viuda de Cavoye se dedicó a las buenas obras: fundó la casa del “Niño Jesús”
con el cura Languet de Gergy, y donó 40.000 libras para las obras de la Iglesia
de Saint-Sulpice. Sobrevivió a su esposo 22 años, muriendo en el palacete de
Cavoye el 31 de marzo de 1729. Recibió sepultura al lado de su difunto esposo.
Con el paso
de los siglos, el Palacete de Cavoye acabó siendo la residencia del diseñador
de moda y perfumista Hubert de Givenchy, y luego del polémico multi-millonario
Bernard Tapie.
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