miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL IVº PRÍNCIPE DE CONDÉ



CONDÉ_IVº Príncipe de / 4ème. Prince de_Louis II de Bourbon, IVº Príncipe de Condé, Primer Príncipe de La Sangre, IVº Duque d'Enghien, XIº Duque de Borbón, VIº Duque de Montmorency, Duque de Châteauroux, IIIer. Duque de Bellegarde, Duque de Fronsac, Conde de Sancerre y de Charolais, Par de Francia, Señor de Chantilly, etc. (Hôtel de Condé, París, 08-09-1621 / Castillo Real de Fontainebleau, 11-12-1686). Fue gobernador de Borgoña y Gran Maestre de Francia. Pariente de la familia real francesa y representante de la IIª rama pretendiente al trono, fue uno de los grandes generales durante la Guerra de los Treinta Años y, posteriormente, el cabecilla de la Fronda de los Príncipes, rebelión surgida a raíz de la Fronda Parlamentaria que se alzó en armas contra la autoridad de la Corona y de su primer ministro el Cardenal de Mazarino.

EDUCACIÓN

Luis II de Borbón nació en París, el 8 de septiembre de 1621, hijo de Enrique II de Borbón, 3er príncipe de Condé y de Carlota de Montmorency. Nada más nacer, siendo el primer heredero varón de sus padres, recibe el título de duque de Enghien -título que ostentaba el heredero de la Casa de Condé-. Tendrá por hermanos a Ana Genoveva, futura duquesa de Longueville, y a Armando, futuro príncipe de Conti.

A sus 8 años, su educación y formación cae a cargo de los Jesuitas (1629). Fuera de lo común, su formación será cuidada al milímetro: hablará el latín, estudiará derecho, ciencias y filosofías en el colegio jesuita de Bourges, separado de los demás estudiantes de su edad por una balaustrada dorada y sentado bajo dosel a las armas de los Condé. La cuna marcaba entonces las diferencias sociales.

De su padre había heredado sus tendencias homosexuales, aunque en menor medida. Militar desde su más temprana edad, será a sus 21 años el inesperado vencedor y héroe de la batalla de Rocroi, que sellará la supremacía de un Estado moderno francés sobre una España aún muy teocrática. El duque de Saint-Simon le reprochará, en sus Memorias, de no haber tenido la ocasión de perfeccionar su ingenio y de haberlo apostado todo sobre la intrepidez y la acción. Esta falta de ingenio, que hoy llamaríamos "diplomacia", puede explicar las injusticias que cometerá y también su relativo desinterés de los Asuntos de Estado en las que, con sus cualidades, habría podido sobresalir y brillar.

A pesar de su falta de tacto, de diplomacia, se le mira como un ser "original", versado en las ciencias, el arte, las letras,...un militar intelectual que puede citar a Julio César sin cometer un solo error...



En 1636, Luis II de Borbón, duque de Enghien, recibe de manos del rey Luis XIII, el encargo de administrar el gobierno de Borgoña en ausencia de su padre el príncipe de Condé. Muy ligado a su progenitor, Luis II se esforzó siempre en darle todo tipo de satisfacciones... entre ellas, escribirle largas cartas en latín y, si por ventura deseaba redactar en francés, debía pedirle previamente permiso para tomarse semejante libertad.


LOS SALONES MATERNOS

Antes de su boda, planeada por el cardenal de Richelieu y su propio padre, es apartado de los salones de su madre para evitar que cayese bajo la influencia de la princesa y de las bellezas femeninas que los poblaban contra las cuales la futura novia, Clara Clemencia de Maillé-Brézé (sobrina del cardenal), no podía competir. Ésta tenía una frente abombada, una nariz gruesa, un cutis demasiado moreno, un aspecto diminuto y una timidez extrema. Nada que ver con aquellas jóvenes chicas ya aguerridas en el arte de la seducción, y que florecían en los salones parisinos.


LA BODA


Aunque es sabido que Richelieu deseaba esa boda para acercarse a la Familia Real y aumentar su crédito, así como asegurar su cargo, es el príncipe de Condé quien tuvo que hacer la pedida de mano en nombre de su heredero. La princesa mantenía en este asunto, una postura totalmente contraria. Su postura respondía, lógicamente, a la sencilla razón que el cardenal había hecho ejecutar su hermano, el último duque de Montmorency.

La unión matrimonial tuvo lugar finalmente pero, el joven novio no compartía la alegría de esa boda por intereses. Pasaría de la cólera a la postración. Sintiéndose engañado y el centro de una enorme maquinación, cae enfermo del disgusto. A lo largo de 6 semanas su estado de salud da muestras de su rechazo, finalmente se recupera. Tras el calvario, vuelve la recuperación: prueba bocado con apetito y, siempre convaleciente, lee y habla poco. Ya no hay gritos ni protestas con palabras malsonantes, sino un mutismo que habla por si solo sobre sus sentimientos.

Podemos ver, en este episodio, una reminiscencia de una tara psicópata que arrastraban los Borbones desde el siglo XIII. Sin embargo, esta crisis debía ser la única en su vida: nunca se repitió. De hecho, tan solo se trataba de una comedia para mostrar su aversión hacia ese matrimonio concertado con la sobrina del cardenal de Richelieu. Temía, con razón, por la salud tanto mental como física de su descendencia: entre los Richelieu se contaban numerosos casos de locura... Veía en ese matrimonio un complot para eliminar a su raza de la sucesión al trono francés. Intentará, entonces, obtener la anulación de esta unión a lo largo de dos años, rehusando todo contacto con su mujer, esperando así poder repudiarla. Al término de esos dos años de enconada enemistad, capitula.


LA ESPOSA

Clara Clemencia de Maillé-Brézé, la prometida del duque de Enghien, era de pequeña estatura, endeble y de salud delicada. A pesar de ser sobrina del cardenal-duque de Richelieu, éste no la mencionó en su testamento ni heredó bien alguno, amarga decepción para los príncipes de Condé que creían poder aliar matrimonio político con matrimonio de dinero.

La boda es celebrada en febrero de 1641 y será el origen de la decadencia física y mental que tocará a un buen número de los miembros de la familia de Borbón-Condé. Considerada tonta, estaba enamorada de su marido quien la despreciaba. Hasta el nacimiento de su primer hijo, Luis II intentará obtener la nulidad matrimonial para deshacerse de ella.

Durante la cautividad del príncipe, Clara Clemencia se mostrará digna de él al sublevar Aquitania distribuyendo millares de libelos, haciendo llamamientos a la rebelión contra el gobierno del cardenal Mazarino, disfrazada de hombre y a lomos de su caballo.

Rumores de infidelidad corrieron entonces y Clara Clemencia se vió acusada de mantener relaciones turbias con sus lacayos. Fue entonces exiliada para evitar que pareciera en la corte, su salud mental declinando rápidamente.


LOS AMORES DEL PRÍNCIPE

Su pasión por Marta du Vigean (1623-1665), duró hasta 1645. Andaba mantenida ésta por la princesa de Condé, por odio hacia Richelieu, y por su hermana Ana Genoveva, duquesa de Longueville, que jugaba el papel de celestina.

Tenía dos años menos que Luis II, era hermosa y tenía ingenio, principales virtudes requeridas en las mujeres de su época. De la amistad al afecto, la relación se tradujo prontamente en una pasión devoradora entre ellos dos. Sin embargo, para el padre, Enrique II de Condé, no era asunto de su agrado por dos razones de peso: primero por el orígen de la joven Marta, que pertenecía a esa pequeña nobleza provincial, y segundo por los sucesivos fracasos del príncipe que amenazaban con ensombrecer el prestigio de su familia a ojos del rey. Solo el matrimonio con la sobrina de Richelieu permitía asegurar el porvenir de su casa.

Luis II intentará en vano romper su matrimonio con Clara Clemencia, para poder casarse con ella. Pero el idilio se apagó por culpa de los celos de la joven, que no soportaba los juegos amorosos y los disimulos que reinaban en la corte en esa época, y donde el príncipe solía bordar su papel de galán. Al anunciarse la ruptura, Luis II se desvaneció en el aire...

Tras dos años de incertidumbre, Marta entró finalmente en la orden de las Carmelitas y se convirtió en "Sor Marta de Jesús". Falleció en 1665, a la edad de 42 años.

Tras este doloroso episodio sentimental, Luis II no mantuvo otro tipo de relaciones más que las que se pueden considerar como puramente "físicas" con las mujeres, y en muy contadas ocasiones.


RENTAS

Al fallecer su padre Enrique II, 3er príncipe de Condé, en el año 1646, Luis II pasa automáticamente a llevar el título paterno en calidad de 4º príncipe del nombre. A esta sucesión, se añade el nada despreciable cargo de Gran Maestre de la Casa del Rey, uno de los Grandes Oficios de la Corona de Francia, así como el gobierno de la provincia de Borgoña con acceso al Consejo Real. Se puede entonces estimar que las rentas del príncipe procedían por una parte de sus pensiones y cargos oficiales, y por otra de sus vastos dominios. Hemos de precisar que percibía, anualmente, una pensión de 150.000 Libras.
En 1661, Luis XIV le concedía el título de XIº Duque de Borbón.


EL PRÍNCIPE DE LA GUERRA

Tras haber sufrido el bautizo de fuego durante la campaña de Picardía, el joven Luis II de Borbón se encuentra en vísperas de su día de gloria. Nuestro héroe no cuenta más de 21 años y se ve confiada la dirección de las operaciones sobre el terreno de Rocroi. De hecho se encuentra maravillosamente asesorado por dos aguerridos soldados: L'Hôpital y Gassion, bajo cuyas órdenes había hecho su ingreso en la carrera militar.

La batalla de Rocroi se inicia tras la toma de la ciudad por Francisco de Melo. A la cabeza de sus invencibles Tercios, pretende separar los tres ejércitos franceses: el de Picardía, y el del Este. Su objetivo era descender por el valle del Marne y tomar el camino de París. El error de Francisco de Melo residía en la estúpida idea de que iba a luchar contra los tan mediocres militares galos de antaño.

Días antes de la batalla, Luis II de Borbón-Condé, duque de Enghien, recibe una misiva urgente avisándole del fallecimiento del rey Luis XIII, en la que su padre le insta a regresar a París. Consciente de lo que se jugaba en el frente, el duque de Enghien rehusó abandonar el ejército.

En plena agonía, Luis XIII tuvo un sobresalto y contó inmediatamente al príncipe Enrique II de Condé, el sueño que acababa de tener:

"He soñado que vuestro hijo había llegado a batirse contra los enemigos, siendo el combate muy reñido y la suerte balanceándose, para finalmente ser nuestra la victoria..."

La batalla de Rocroi sella una época, la de las guerras de religión. Todo se juega entonces entre las provincias protestantes de Alemania sostenidas por Francia y la Casa de Habsburgo, campeona del catolicismo con sus dos ramas dinásticas austríaca y española. Es también la última vez que una guerra es declarada con pomposidad, ceremonia y solemnidad: heraldos, trompetas, tambores, estandartes,...

De hecho, Luis II de Borbón-Condé ha comprendido que su porvenir y su gloria personal reclaman acciones brillantes y decisivas. Su temeridad y su perseverancia se explican por el hecho de que con el nuevo reinado del jovencísimo Luis XIV, debe durante la regencia no dejarse arrastrar por los acontecimientos. Si regresa a la corte victorioso, podrá presentarse como garante de la integridad del reino y, en calidad de primer príncipe de la Sangre, el trono no se encuentra tan lejos de su alcance. Un niño-rey y el duque Gastón de Orléans sin herederos varones, tan solo lo mantienen alejado del poder supremo. Es poca cosa, en efecto.

Sobre el plano militar, si el vizconde de Turenne no se encuentra en Rocroi, Luis II de Borbón se ve inmediatamente comparado a éste. El duque de Enghien es agresivo, audaz y temerario; Turenne pasa por calculador, prudente y paciente. Enghien tan solo considera el resultado, ¿qué importan un puñado de vidas perdidas? Da igual que sea en el campo enemigo como en el suyo propio.

Victorioso tanto en el plano militar como en el terreno político, Luis II deberá bajar de las nubes. Tras haber perseguido a los españoles hasta en Lorena donde éstos capitularán, su ejército será inmediatamente disuelto. De regreso a París, tendrá un sonado encontronazo con el cardenal Julio Mazarino, ya que éste también había comprendido todo el beneficio que un Condé podía ganar de una nueva victoria. Los honores esperados no llegarán y acaban por llevar al joven duque de Enghien sobre la peligrosa pendiente de la oposición al cardenal.

El 19 de mayo de 1643, cinco días después de la muerte del rey Luis XIII, consigue aplastar la temida infantería española gracias a una maniobra muy audaz. Esa primera victoria forjará su gloria, siendo la primicia de muchas más: la toma de Thionville en agosto, la de Sierk en septiembre.

Viene entonces la victoria de Friburgo (agosto de 1645), al lado del vizconde de Turenne. La excelente colaboración existente entre ellos se concluye con la victoria de Nördlingen, el mismo mes y el mismo año, frente a un ejército austríaco que asistió a la muerte de su jefe, el mariscal barón von Mercy al final de la batalla. Reconociendo la valía de su oponente, Luis II dará órdenes para ejecutar y grabar la tumba del mariscal austríaco.

Caído enfermo, Luis II no podrá explotar en toda su dimensión su victoria. Sirve después en Flandes bajo las órdenes de Gastón de Orléans, recogiendo los laureles de la victoria en Courtrai, Mardyck y Dunkerque. Esos éxitos militares asegurarán la estabilidad de la frontera norte del reino Galo.

Hay que decir que nuestro protagonista tenía una concepción muy agresiva de la guerra, y que consistía no en la victoria sino en la total destrucción del enemigo.

Anotemos que, aunque muy versado en el arte de guerrear, era incapaz de ensillar una montura.

La corte no recompensa siempre a este vencedor nato, que llega incluso a pagar de su propio bolsillo los sueldos de sus tropas y que, para colmo, es mirado como bastante molesto en el entorno regio.

Pasa los inviernos residiendo en su hermosa tierra de Chantilly, herencia de su madre, y donde se encuentran toda una corte de artistas que viven bajo su protección. Allí, lleva una vida libre, libertina, escandalosa muchas de las veces...


EL TRATADO DE WESTFALIA

Mazarino le envía a participar activamente en el asedio de Lérida, donde sufrirá su primer fracaso militar. De vuelta en la frontera de Flandes, se hace con la plaza de Ypres (mayo 1648), y la ciudad de Lens (agosto 1648), que supone una decisiva victoria sobre el ejército español muy superior en número y mandado por el archiduque Leopoldo de Austria.

Acude al rescate de París y, semanas más tarde, la paz es firmada durante el Tratado de Westfalia. Éste marca el fin de la guerra de los Treinta Años. Los católicos firmaron la paz en Munster, los protestantes en Osnabrück. Francia saldría engrandecida con la adquisición de Alsacia.


LA FRONDA DEL PARLAMENTO

La primera Fronda nace de la ambición de la más alta magistratura del reino de limitar los poderes de la Corona. Es también una oposición a las políticas de los cardenales de Richelieu y Mazarino, que son, según el Pueblo, la causa de todos los males. El pistoletazo de la rebelión parlamentaria se da tras el anuncio de un plan destinado a suprimir, durante 4 años, el pago de rentas a los magistrados.

Liberado de sus obligaciones militares, tras las firmas de los tratados de Westfalia, Luis II de Borbón, IVº Príncipe de Condé (desde el fallecimiento de su padre en 1646), se pone al servicio del Rey.

Durante la revuelta parlamentaria, hacia la cual no siente más que desprecio, protege con la ayuda de sus tropas la corte real en exilio, pese al apoyo de los suyos (su hermana, su cuñado Longueville y su hermano Conti) a los magistrados rebeldes. A éstos se añaden figuras tan prominentes como Gondi, cardenal de Retz, y el hermano mayor de Turenne, el duque de Bouillon.

El 8 de febrero de 1649, por el combate librado en Charenton, se hace con la capital francesa. Un compromiso es finalmente firmado entre los rebeldes y la regente Ana de Austria en Rueil. Después de sus hazañas en Rocroi y Lens, Condé acaba de salvar por tercera vez el trono de Luis XIV.


LA CÁRCEL

De manera ilusoria, cree entonces hacerse con el control de la corte, pero su insolencia y su profundo odio hacia el cardenal Mazarino desembocan en su repentino arresto por orden de la regente y del cardenal, el 18 de enero de 1650. Tras la leva de tropas por los príncipes de Condé, de Conti y de Longueville, conformando un ejército basado en la unión de regimientos procedentes de sus gobiernos provinciales respectivos, Ana de Austria, escuchando el consejo de Gondi, tomó la decisión de arrestarles. Pese a las advertencias de sus amigos, Condé, Conti y Longueville se personaron en el Consejo del Rey donde fueron inmediatamente arrestados.

En cautividad, Luis II de Condé deberá negociar el pago de su alimentación. Es gracias a la intervención de Gastón de Orléans, que dichos gastos acabaron por ser asumidos por la Corona. Sin embargo, sus pensiones son congeladas y sus cargos redistribuidos, sus bienes embargados, sus papeles confiscados sin encontrar pruebas incriminatorias. En represalia, se exiliarán a amigos, servidores y criados. Se vendió en subasta sus muebles y su vajilla de plata. El gobernador de la cárcel los trató con una inusitada arrogancia y el príncipe, sin deshacerse de su natural firmeza, le amenazó con molerle a palos y le hirió al tirarle un candelabro a la cabeza. Además de numerosos guardias-de-corps, sus antecámaras se hallaban llenas de soldados para mantenerles bajo estrecha vigilancia, incluso en el propio dormitorio, día y noche.

En tan duras condiciones se vió el príncipe, su hermano y su cuñado Longueville, que tuvieron que recurrir a todo tipo de astucias para corresponder con el exterior y recibir misivas sin que nadie se percatase del ir y venir de esos papelitos...

Gracias a las intervenciones de la princesa de Condé y de la duquesa de Longueville, la situación de los presos mejoraron: se les concedió comida decente y personal para asistirles. La piedad que provocaba entre los carceleros, el ver a esos príncipes tan injustamente oprimidos y privados de libertad, contribuyeron a que algunos de ellos hicieran lo posible para aligerar las duras condiciones de vida en las que se encontraban.

El príncipe de Condé pasará sus días jugando a las cartas o a cuidar de sus flores y, aunque estrechamente vigilado, consiguió encontrar el modo de comunicar con sus fieles partidarios. Si los hombres se encontraban tras los barrotes, las mujeres (Carlota, Princesa vda. de Condé, Ana-Genoveva, duquesa de Longueville, Clara-Clemencia, Princesa de Condé), estaban determinadas a no dejarse apresar por los soldados de Mazarino...

Puesto al corriente de la situación, Luis II aprecia el gesto de las mujeres de su casa:

"¿Quién iba a creer que, mientras riego mi jardín, mi mujer haría la guerra?"

La guerra se llevaba en dos frentes: Turenne y la duquesa de Longueville en el Norte, Clara-Clemencia en Burdeos. Ayudados por los Españoles, los rebeldes ganaban terreno, y el pueblo, que siempre sufre durante los conflictos, echaba la culpa de todo a Mazarino.

En el terreno político, la situación evolucionaba: "Monsieur" Gastón de Orléans y Paul de Gondi, cardenal de Retz, viéndose en nada compensados y colmados en sus pretensiones, y Mazarino eufórico por una victoria sobre Turenne, todo aquello hizo que se operase un acercamiento entre los antiguos rebeldes y los príncipes descontentos.

Es la esposa de Luis II, Clara-Clemencia de Maillé-Brézé, quien desencadena las hostilidades al solicitar que los príncipes encarcelados sean juzgados o liberados. Si el Rey y la Regente no presienten nada, Mazarino comprende que es hora de tomar serias disposiciones. No pudiendo conciliarse con el duque de Orléans, el cardenal se cree perdido. El Parlamento decide su revocación. La Regente intenta en vano huir con sus hijos, pero las puertas de París se hallan cerradas. Finalmente, la Regente firmará la orden de liberación y el duque de La Rochefoucauld galopa hacia Vincennes para dar la buena nueva, adelantado por el cardenal Mazarino. Éste se postrará a los pies del príncipe de Condé, yendo hasta besar sus botas.

El cardenal deberá abandonar Francia y exiliarse durante un tiempo en Colonia. Pese al alejamiento, seguirá dirigiendo en la sombra y jugando sus cartas, manteniendo una correspondencia secreta con Ana de Austria y fomentando la discordia entre los príncipes y los parlamentarios.

A su liberación, los príncipes se hacen atribuir diferentes puestos claves. Condé será gobernador de Guyena, Conti de Provenza y Longueville recibirá Normandía. Pero la situación permanece delicada. Los Españoles siguen estando ahí y Luis II no quiere ceder en nada a aquellos a los que tanto ha combatido. Pese a un innegable talento militar, Condé se revela bastante lerdo en materia política. Se le considera demasiado altivo y brutal. No alcanzará a hacerse con el poder total y todo el mundo se disputa las riendas. Las riñas no se hacen esperar demasiado... Monsieur (duque de Orléans), Gondi, el Parlamento, la Regente,... cada uno intriga contra el otro, y los Condé, aislados, se ven impotentes. Pese a su exilio, Mazarino sigue manejando los asuntos a su antojo.


LA FRONDA DE LOS PRÍNCIPES

El Príncipe de Condé intentará el golpe de fuerza y oponerse abiertamente a la regente Ana de Austria. En 1652, es la ruptura y el comienzo de la guerra civil. Empujado por su hermana, la duquesa de Longueville, ofrece sus servicios a la Corona de España y toma el mando del ejército de la Fronda, inaugurando así su particular guerra contra la Corona de Francia. Aliado del clan Orléans, va de conquistas en fracasos y se ve forzado a replegarse ante las fuerzas del vizconde de Turenne. Lo que mueve a los rebeldes no es una visión política, sino la ambición, la sed de honores personales.

El Cardenal Mazarino regresa entonces a Francia, acogido con honores por el joven Luis XIV y su madre, la reina Ana. Paralelamente, la vieja Fronda se despierta. El ejército de Condé es superior en número y efectivos al de Turenne, bastaría de una buena maniobra para que Condé se hiciera con la persona del Rey y con el poder. Sin embargo, la escaramuza que sigue deja a los adversarios cara a cara ante París. La oportunidad del príncipe tomará un giro inesperado, perdiendo la ocasión de oro de hacerse con la persona real. Se hará entonces con la capital, cuyas puertas le serán abiertas por el Cardenal de Retz (Paul de Gondi) y "Monsieur", Gastón de Orléans. Pero, como de costumbre, todo el mundo se pelea. Una ayuda viene de Inglaterra, de parte de Oliver Cromwell: envía una delegación para intentar calcar en Francia la situación inglesa. Hasta una Constitución es redactada, previendo ésta el sufragio universal, en cierto modo un tipo de democracia y el Gran Protectorado para Condé (en pocas palabras, el poder para el príncipe).

Pero uno se puede preguntar si esos príncipes tan orgullosos habrían podido acomodarse de un sistema representativo todopoderoso...

Se produce entonces la batalla de la Puerta de Saint-Antoine, a los pies de las murallas de la capital francesa, entre el ejército de Condé y el de Turenne. Es en el curso de este episodio dramático, en la que el ejército de Condé sufre una tremenda derrota, que el Duque de La Rochefoucauld recibirá un disparo de mosquetón que casi le deja completamente ciego. Barridas las filas de los rebeldes, muertos gran parte de los compañeros de armas del príncipe de Condé, Luis II debe su salvación a la oportuna intervención de su prima Ana-María-Luisa de Borbón-Orléans, Duquesa de Montpensier (hija y heredera del duque Gastón de Orléans), apodada "La Grande Mademoiselle" -la Gran Señorita-. Ésta ordenará al gobernador de La Bastilla, que se disparen cañonazos contra el ejército real mandado por Turenne... Gracias a esa "diversión", Luis II de Borbón-Condé puede salvar su pellejo y encerrarse en la capital.

En París, su hermana la duquesa de Longueville tiene su cuartel general. Hace entonces reinar el terror en la capital asediada y, con tal de evitar eventuales negociaciones entre los notables y el Rey, ordena disparar sobre los representantes del pueblo parisino reunidos en el Ayuntamiento. De la masacre se contarán una treintena de muertos, entre los cuales los autores de la famosa "Constitución". Este sangriento hecho provoca entonces la indignación del Parlamento y de la burguesía, que le retiran inmediatamente su apoyo. El Cardenal Mazarino pedirá su exilio y, poco tiempo después, el Rey y la Corte regresan triunfalmente a la capital, acogidos con alivio. Luis XIV otorgará una amnistía general para todos los actores de la Fronda, excepto para su primo el Príncipe Luis II de Condé, y el hermano de éste, el Príncipe Armando I de Conti. Ambos decidirán entonces llevar a cabo una lucha a ultranza desde el lado español. Condé será nombrado "generalísimo de los Ejércitos" de Felipe IV de España.

Luis XIV responderá condenándole a muerte y confiscando todos sus bienes, que no son pocos.


EL TRATADO DE LOS PIRINEOS

En 1659, la firma del tratado de los Pirineos entre Francia y España sellarán la amnistía del príncipe de Condé. Este tratado contiene numerosas cláusulas rectificando el dibujo de la frontera: Francia obtiene Gravelinas, Bourbourg, Saint-Venant, Landrecies, Le Quesnoy, Avesnes, Thionville, Montmédy y Damvillers. España obtendrá Ypres, Oudenarde, Dixmude, Furnes y Charleroi.

El 27 de enero de 1659, Luis II de Borbón, 4º Príncipe de Condé, se postra a los pies del Rey Luis XIV, pidiéndole clemencia y perdón. En 1660, las muertes de Gastón de Orléans (que le acerca al trono de Francia) y del Cardenal Mazarino, por el cual sentía auténtica aversión, marcan el final de una época. Perdonado, Condé se ve colmado de honores por Luis XIV, pero éste le aparta de cualquier asunto de Estado, confinándolo al mero papel de figura y ornamento de su corte.


EL FRANCO-CONDADO Y EL RHIN

El 30 de septiembre de 1667, Condé obtiene el mando del Ejército de Alemania, lo que atestigua su retorno en el favor real. En febrero de 1668, conquista el Franco-Condado que aún permanecía en manos de España. En quince días, toma Artois, Besançon, Dôle y Gray.

Tras esas sucesivas victorias, Luis II de Condé recupera el favor de Luis XIV. Hasta le pasará por la cabeza presentar su candidatura para ser elegido rey de Polonia...

Junto con su antiguo rival y ahora amigo Turenne, toma el mando de las tropas que han de invadir los Países-Bajos en 1672. En el famoso pasaje del Rhin (en el cual muchos perecerán), Condé es herido, y cerca de Arnhem, su sobrino Carlos-Pâris de Borbón-Orléans, Duque de Longueville (hijo de su hermana Ana-Genoveva), encuentra la muerte.

En 1674, tras conseguir evacuar las Provincias-Unidas, frena al Príncipe de Orange y a su ejército holandés en Seneffe (Bélgica), levantando luego el asedio de Oudenaarde.

Al año siguiente, siempre en compañía del Rey, debe rendirse en Alsacia dónde los ejércitos franceses se encuentran en serias dificultades tras la muerte del mariscal de Turenne. Una vez más deberá enfrentarse a un viejo conocido, el Conde Raimundo Montecuccoli, el mayor general austríaco. Conseguirá forzarle a levantar el sitio de Haguenau y a replegarse más allá del Rhin.

Será su última victoria y su última intervención militar en su brillante carrera de soldado...


EL CARÁCTER DEL PRÍNCIPE

Poco preocupado en gustar, Luis II prefería inspirar temor. Dotado de un orgullo excesivo, era odiado por muchos de sus contemporáneos. Se hacía igualmente odioso por sus pretensiones y sus insultos al Cardenal Mazarino.

Pese a que no fuera un gran constructor, se preocupó por embellecer los jardines de su castillo de Chantilly.

Aún exiliada y confinada en el castillo de Châteauroux, en la provincia de Berry, su esposa Clara-Clemencia de Maillé-Brézé vió confirmado su encierro de por vida a la muerte de éste. Fue, por lo visto, una expresa petición formulada al rey Luis XIV antes de rendir el último suspiro en 1686.

Los retratos del príncipe sugieren la rapacidad del personaje: grandes ojos azules, algo saltones, una nariz borbónica prominente, una cara huesuda, y una boca voluntariosa sobre una barbilla huidiza. Por lo visto, según atestiguan algunos, era tremendamente velludo.

Añadamos que, siendo el mayor capitán de su tiempo junto a su amigo y adversario Turenne, rebosaba de orgullo y arrogancia, tanto por su procedencia que por su familia.

Poco convencional para su época, fue también un intelectual fuera de serie. Tenía ideas muy personales en cuestiones religiosas y políticas. Se oponía a los dogmas eclesiásticos del mismo modo (y con la misma contundencia) que se oponía a la autoridad suprema del monarca. Cercano de Bourdelot y de Spinoza, libertino, profundamente ateo, aparecía como un personaje extraño ante la mirada de sus contemporáneos.

Su valentía no tenía límites: intrépido, temerario, osado, noble. Osó tomar bajo su personal protección a los protestantes franceses durante la persecuciones, que se realizaron a raíz de la revocación del Edicto de Nantes, en 1685.


CARA A CARA CON LA MUERTE

Al ocaso de su vida, en 1686, la pequeña duquesa de Borbón, su nieta política (hija de Luis XIV), enferma de viruelas. Su marido, Luis III de Borbón-Condé, duque de Borbón, muestra entonces ninguna compasión por su estado. El Príncipe Luis II se transforma entonces en el gran cuidador de la joven. Al anunciarse la visita del Rey, padre de la duquesa, Luis II sale de la alcoba de la duquesa, donde la velaba, para advertir del peligro de contagio a Su Majestad, prohibiéndole con amenazas el paso. Está entonces ya aquejado de temibles ataques de gota, apenas puede moverse, se hace encima si sus criados tardan en traerle el orinal... Pese a sus dolores, encuentra la suficiente fuerza para impedir el paso a Luis XIV:

-Sire, volved atrás.

-Apartaos, primo, deseo ver a mi hija.

-Si Vuestra Majestad insiste, tendrá que pasarme por encima.

-Qué diablos me decís? quiero abrazar a mi hija, os digo!

-Si, os oigo perfectamente, y respondo a esto que si vais a su lado, enfermaréis del mismo mal y eso os matará. Os debéis a vuestro Reino. Sois el Rey, vuestro Pueblo tiene más necesidad de Vos que la Señora Duquesa. Hasta que no os vayáis, no me apartaré de su puerta.

Ante la insistencia del Príncipe, Luis XIV no podrá hacer otra cosa que rendirse ante la imposibilidad de entrar a ver a su hija.

Durante la noche, la duquesa se cubre de pústulas de pus, se vacía como una vejiga reventada, chillando de dolor. La crisis pasa, la duquesa vuelve a recuperar el sueño, exhausta. Se salva de la muerte. No pudiendo esperar hacerse con la joven chiquilla, la Muerte se cebará con el Príncipe de Condé, contagiado de viruelas, llevándoselo pocos días más tarde...

Gran libertino a lo largo de su vida, se convertirá a las vísperas, siendo el arrepentimiento más fingido que sincero, tras haber vivido sin religión. Víctima de la gota, que debió combatir a lo largo de muchos años, pasó sus últimos años retirado alejado de los tumultos parisinos, residiendo en su castillo de Chantilly, rodeado de Molière, Racine y Bossuet.

Al fallecer en ese año de 1686, Luis XIV dirá de él: "Acabo de perder al hombre más grande de mi reino..."

Su oración fúnebre fue pronunciada por el elocuente Bossuet.

 

miércoles, 17 de septiembre de 2014

EL IIIer. PRÍNCIPE DE CONDÉ




CONDÉ_IIIer Príncipe de / 3ème. Prince de_Henri II de Bourbon, IIIer. Príncipe de Condé, IIIer. Duque de Enghien, de Albret, Vº Duque de Montmorency y IIº Duque de Bellegarde, Primer Príncipe de La Sangre, Par de Francia, Conde de Sancerre, etc. (Saint-Jean-d'Angély, 01-09-1588 / Hôtel de Condé, París, 26-12-1646). Fue un príncipe de la 2ª rama de la Casa de Borbón, presunto heredero del trono de Francia y designado como presunto sucesor del rey Enrique IV desde 1589 hasta 1601. Ostentó y cumuló los tres mayores cargos u oficios de la Corona: el de Gran Maestre, de Montero Mayor y de Lobero Mayor del Reino de Francia, Caballero Gran Cruz de la Orden del Espíritu Santo y de San-Miguel, y fue nombrado Virrey de la Nueva-Francia (Québec, Canadá), asi como Gobernador de las provincias de Berry, Borbonesado y Borgoña. También fue Jefe del Consejo de Regencia y Generalísimo de los Ejércitos del Rey.

Sus padres fueron Enrique I de Borbón, 2º Príncipe de Condé y Carlota-Catalina de La Trémoïlle. Tuvo una hermana: Eleonora de Borbón-Condé, más tarde casada con el Príncipe de Orange. En 1609, contrae matrimonio con la joven y hermosísima Carlota-Margarita de Montmorency (1594-1650), una de las más ricas herederas de Francia. Dicha unión daría tres hijos:

-Ana-Genoveva, futura Duquesa de Longueville.

-Luis II, Duque d'Enghien y de Borbón, futuro 4º Príncipe de Condé.

-Armando I, Conde de La Marche y Príncipe de Conti.


El Personaje


Considerado como un bastardo pese a su legitimidad, vivió una infancia triste y anodina. A decir de los testigos, le tenían por mal aseado, cruel, depravado, avaro y demagogo. Educado por su madre en una fe católica de lo más intransigente, habiendo ésta abjurado de la fe protestante, fue considerado como inmediato sucesor al trono de Francia. Pero tras el nacimiento del Delfín Luis en 1601, Enrique II de Condé se vió relegado a un segundo plano y se alejó cada vez más de los peldaños del trono tras nacer sucesivamente los hijos del rey Enrique IV y de María de Médicis.

Pelirrojo, el semblante triste, había adquirido una sólida formación aunque le faltase cierto arrojo que tanto gustaba en la corte. Además, su reputación de homosexual no arreglaba mucho su situación aunque fuese físicamente atractivo y proporcionado. Tenía fama de excéntrico: un día de borrachera, atravesó la ciudad de Sens literalmente desnudo a lomos de su montura y acompañado por toda una pandilla de amigos igualmente desprovistos de ropa alguna.

Poco dado a la galantería, acerbo a veces, sabía sin embargo atraerse la simpatía de los que tenía necesidad o pudiesen servirle en algo. Propenso a ataques de cólera, tenía para remediar ese mal genio el don de saber hacerse perdonar por aquellos que había herido.

Igual que su rey y supuesto padre natural, Enrique IV de Francia, el Príncipe de Condé solía ir tremendamente sucio e impresentable: la barba mal recortada, los cabellos grasientos, no era lo que se dice un hombre pulcro en su aseo personal.


Amor y aventura


Enrique IV lo despreciaba hasta tal punto que le obligó a contraer matrimonio con la que deseaba convertir en su nueva amante oficial, Carlota de Montmorency, que tan solo contaba 14 primaveras y había reavivado la pasión de un rey ya en el apogeo de su madurez. Quiso entonces sustraerla a la vigilancia paterna, el Condestable de Francia, concibiendo el proyecto de casar a su "amiga" con un hombre sobradamente conocido por sus amistades masculinas (y sus inclinaciones sexuales, claro está). El Príncipe de Condé tuvo, pese a su inicial oposición, que someterse a la voluntad del monarca. Pero era contar sin el "encanto" de la joven, que pronto encendió las llamas de la pasión en su marido y, loco de celos, intentó por todos los medios que su mujer no volviese a ver al rey, yendo incluso a retenerla cautiva en sus tierras! Pero finalmente, tuvo que ceder...


La Princesa de Condé





Dícese que fue la mujer más hermosa de su época y que las viruelas ni siquiera pudieron afear sus hermosos rasgos, pese a dejar cicatrices en sus mejillas. Rubia, ojos azules, grácil y bien educada, tenía todas las virtudes necesarias para agradar.

Sin embargo, el idilio con su flamante marido no duró siempre: la princesa amaba demasiado la vida mundana y frecuentar los salones parisinos, donde la apodaban "la Perroquette" (el Lorito); y su marido siempre andaba carcomido por los celos!

Se dijo que, en realidad, la Princesa de Condé tan solo tuvo dos días alegres en su vida: el día de su boda, por el rango que adquiría, y el día de su viudedad, por la libertad recobrada!


Un cortesano político

"Elena de Troya"


Tras un nuevo altercado con el rey sobre su supuesta bastardía, raptó a su esposa para conducirla de castillo en castillo, para finalmente refugiarse en sus tierras de Bélgica. Pero temiendo una invasión francesa, el Gobierno de los Países-Bajos españoles tan solo autorizó que permaneciese la Princesa de Condé, y Enrique II tuvo que seguir hasta la ciudad de Colonia. La situación degeneró hasta tal punto que Enrique IV de Francia tomó la decisión de declarar la guerra a España, comparando incluso el incidente con el caso de Elena de Troya. La amenaza del conflicto cesó inmediatamente al morir asesinado el rey a manos de Ravaillac quien, sin saberlo, tenía tras de él a todo el partido español que no deseaba esta guerra. Enrique II de Condé no volvería a Francia hasta 1610, cuando se hizo pública la noticia del regicidio. Durante un tiempo, Condé se vió respaldado por el partido español para subir al trono, pero este proyecto acabó por ser desestimado ya que la regente María de Médicis era, ella misma, cabeza visible de ese partido.


El Consejo de Regencia



En 1611, Enrique II de Condé es nombrado virrey de Nueva-Francia por la regente. Incluído en el Consejo de regencia, exige todos los honores debidos a su rango de Primer Príncipe de La Sangre. Pero cuando el rey Luis XIII contrajo matrimonio con la Infanta de España Ana de Austria, Condé cambió de bando convirtiéndose en el gran protector del partido protestante francés. Se opuso, junto con los Príncipes rebelados, al valido Concino Concini y al partido italiano que, protegido por la regente, iba acumulando todos los honores y prebendas.

En 1612, recibiría de manos del rey Luis XIII la propiedad parisiense del Hotel de Gondi, rebautizado en "Hotel de Condé", adosado a la calle des Fossés, hoy día emplazamiento del Teatro del Odeón. Será de hecho su bisnieto quien mandará arrasar el palacio, para convertirlo en un lugar de arte y de cultura.


Los Estados Generales


 


En 1613, Enrique II de Condé da el primer paso y lanza un violento manifiesto contra el poder y provoca la convocación de los Estados Generales. El Gobierno de la regencia no teniendo el suficiente coraje para tomar las medidas necesarias, cedió ante los príncipes que habían abanderado la oposición política. Privado del sostén de los demás príncipes, Condé no supo aliarse con el Tercer Estado para conseguir el poder. Con el objetivo de pararle los pies, María de Médicis relevó a todos los ministros considerados "débiles" y llamó a su lado al Cardenal de Richelieu, pero guardando a su vera a su valido Concini. Habiendo recibido de la regente el gobierno de la provincia de Berry, Condé se refugió en sus tierras retirándose del escenario político para hacerse olvidar y esperando que los "horrores" del gobierno de Concini cayesen por su propio peso. Pero la maniobra es descubierta, la regente le ordena regresar a la corte prometiéndole todo lo que él quisiese. Aunque apareció en el Consejo bajo aspectos amables, no cesó con sus maniobras atacando la legitimidad del rey, como tampoco dejó de lado sus orgías que le hicieron contraer la sífilis.

En 1614, ordena reconstruir la iglesia de Vallery, convertida en necrópolis de todos los miembros de su familia y situadas las tumbas bajo el altar mayor.


La Cárcel


Opositor feroz a la política y sobre todo a la persona de Concini, valido de la regente, sus choques frontales con los demás miembros del Consejo se hacen patentes. Richelieu, temeroso de sus intrigas, le manda arrestar en plena sesión del Consejo en 1616. Permanecería tres años encarcelado en el castillo de Vincennes.

Preso ilustre, pide que con él se reúna su esposa Carlota de Montmorency. Poco tiempo después, la princesa da a luz, y por dos veces consecutivas, niños nacidos muertos: uno en 1617, y un par de gemelos en 1618. Haría falta esperar hasta un nuevo alumbramiento para que naciera su primera hija: Ana-Genoveva, que llegaría a la edad adulta. El mismo año de 1619, los Príncipes de Condé abandonaban Vincennes y recobraban su libertad gracias al Duque de Luynes, favorito del rey Luis XIII.

Pasado el episodio de la rebeldía, Condé se mostró como el más leal servidor del rey. En 1627, durante la revuelta de los protestantes del Languedoc, el Cardenal de Richelieu le encargó el mando del ejército real para combatirlos.


De cargo en cargo






En 1631, además de las provincias de Berry y del Borbonesado, Enrique II de Condé recibe de manos de Luis XIII el gobierno de Borgoña, que permanecería largo tiempo a manos de los Condé, generación tras generación. Recibió, además, una gran parte de la fortuna de su cuñado el duque Enrique II de Montmorency (ejecutado en 1632). Con mando militar sobre las tropas del rey, encabezó una serie de campañas en las fronteras del reino, hasta su invasión de España que acabaría con el desastre de Fuenterrabía, en 1638.

Posteriormente, Condé es nombrado jefe del Consejo de Regencia tras fallecer el rey Luis XIII y, convertido en el Nº2 del país, sostendría de manera constante a la regente Ana de Austria y al Cardenal Jules Mazarin.

Si el príncipe no fue un gran jefe militar y nunca emprendió nada en particular, si supo mantener su rango cuando era menester hacerlo: sabía organizarse mejor que nadie y sus ejércitos nunca echaron en falta cosa alguna, siendo los mejores equipados del reino. Y si no fue un hombre de acción, brilló como administrativo y nunca firmó documento alguno sin antes leerlo de cabo a rabo.

El rey apreciaba sus opiniones y sus consejos, siempre orientados hacia el liberalismo y la tolerancia. Al frente de su gobierno de la provincia de Berry, se empleó sin descanso en mejorar las condiciones de vida de sus súbditos. Justo y generoso, recogió la simpatía del pueblo al que tanto quiso proteger y beneficiar.

La muerte del rey Luis XIII le causó una honda impresión y tristeza. De hecho, fue el que más le lloró, puede porque la tierra y el castillo de Chantilly le fueron otorgados, no por sus leales servicios y tampoco por los de su hijo el duque d'Enghien, sino a razón de la reencontrada amistad entre la regente Ana de Austria y la Princesa Carlota de Condé; Chantilly siempre había sido una de las más envidiadas propiedades de los duques de Montmorency y había sido confiscada durante la ejecución del hermano de la princesa.

 

lunes, 15 de septiembre de 2014

EL IIº PRÍNCIPE DE CONDÉ





CONDÉ_IIº Príncipe de / 2ème. Prince de_Henri I de Bourbon, IIº Príncipe de Condé, Duque d'Enghien, Par de Francia y Príncipe de La Sangre (La Ferté-sous-Jouarre, 29-12-1552 / Saint-Jean-d'Angély, 05-03-1588). Fue un príncipe protector y líder de los protestantes franceses durante las Guerras de Religión, rival de Enrique III de Navarra e impulsor de numerosas campañas militares contra las tropas reales. Se ilustró particularmente en el asedio de La Rochelle y en la batalla de Coutras.

Hijo primogénito de los Príncipes de Condé Luis I y Eleonora de Roye, tuvo por hermanos a Francisco, Duque-Príncipe de Conti, y a Carlos, Conde de Soissons.




En 1572, contrae matrimonio con María de Clèves, Condesa de Beaufort (1553-1574), de la cual tendrá una hija llamada Catalina de Borbón-Condé.




En segundas nupcias, celebradas en 1586, con la gran heredera Carlota-Catalina de La Trémoïlle (1568-1629), tendrá una hija y un hijo: Eleonora y Enrique II.


El Príncipe Hugonote


Tenía un rostro ingrato, y se le consideraba sombrío a la par que tímido. El Almirante De Coligny lo había educado en la fe reformada de manera a convertirlo en un personaje fanático, militante, ágrio y poco hábil. Y si en muchos aspectos compartía con su primo el rey Enrique III de Navarra (futuro Enrique IV de Francia) algunas convicciones, casi todo les oponía.

Tras la batalla de Jarnac, en la que su padre perdió la vida, el joven Enrique I de Borbón, segundo Príncipe de Condé, era presentado a los soldados al mismo tiempo que Enrique de Navarra; el partido protestante mostraba así la continuidad del compromiso de los Príncipes de la Sangre en la defensa de la causa Hugonota.

Después de la Paz de Saint-Germain (1570), Enrique I de Condé se retira en sus posesiones del Béarn, casándose con la princesa María de Clèves, condesa de Beaufort, que moriría al dar a luz a su hija Catalina (1574-1593).

En el curso de la terrible y sangrienta matanza de la San-Bartolomé, el Príncipe de Condé se salvará al abjurar de la fe protestante y a la intervención del rey Carlos IX contra los Duques de Guisa y el Duque de Anjou (futuro rey Enrique III de Francia). Tras escapar de la carnicería parisina, consigue huír y refugiarse en la capital alsaciana: Estrasburgo.

Aliado al Duque d'Alençon y con la ayuda de mercenarios alemanes, llevó una campaña militar contra el rey Enrique III de Francia. Tras la toma de la ciudad de Neufchâteau, el monarca debe entonces mostrarse más diplomático y negociar con el Duque d'Alençon. Sin embargo, aquella negociación sacrifica al Príncipe de Condé que irá errando de fracaso en fracaso, teniendo que huír para refugiarse en Guernesey, al no encontrar en el extranjero la ayuda necesaria para su causa.

Más tarde, recibiría el nombramiento de gobernador de la provincia de Picardía, aunque no habiendo podido tomar posesión de Peronne, tendrá que sitiarla y tomarla por la fuerza. Junto a su primo el rey Enrique III de Navarra, se alía a los católicos moderados contra la Santa Liga, llevada por el rey Enrique III de Francia. Pero, desgraciadamente, Enrique I de Condé no posee las cualidades de su padre y se ve eclipsado por el arrojo y la habilidad diplomática de Enrique de Navarra, asistiendo impotente a la dispersión de su ejército.

Ya en la edad madura, contrae segundas nupcias con Carlota-Catalina de La Trémoïlle (en 1586), quien renunciaría al catolicismo por él. Será ella quien le proporcione el tan ansiado heredero varón que prosiga con su estirpe.

Condé seguiría guerreando en las múltiples y sucesivas campañas de su primo el rey de Navarra, siendo gravemente herido en la batalla de Coutras (1587). Repuesto de sus heridas, se dispuso a reanudar la campaña militar, respondiendo a la llamada de Enrique de Navarra pero, súbitamente, fallece sin causa aparente en 1588. Los médicos que le asistieron, afirmaron entonces que le habían envenenado. Se abrió una investigación y sus sirvientes fueron sometidos a interrogatorio y tormento, recayendo las sospechas sobre su consorte. Carlota-Catalina fue señalada como instigadora del envenenamiento: arrestada y encarcelada, dió a luz a un hijo varón póstumo, Enrique II de Borbón. Se rumoreó entonces que el heredero de los Condé era hijo natural del rey Enrique de Navarra.

Liberada por Enrique IV, al no encontrarse pruebas fehacientes de su crimen, su hijo fue reconocido heredero de la Corona de Francia hasta el nacimiento del Delfín Luis, primogénito de Enrique IV y de su segunda esposa María de Médicis (1601). Madre e hijo se convertirían al catolicismo por orden del monarca.

Fue Enrique I de Condé quien inauguró la tradición de enterrar a los miembros de la familia en la iglesia de Vallery.



Hermanos y hermanas


 

El hermano de Enrique I de Condé, François o Francisco de Borbón-Condé, príncipe y duque de Conti y príncipe de Château-Regnault (1556-1614), fue considerado idiota toda su vida. De hecho, el trauma infantil de la matanza de la San-Bartolomé (en la que asesinaron ante sus ojos a su preceptor), le marcó tanto que nunca volvió a ser el mismo.En 1581, le casaron en primeras nupcias con Jeanne de Coësme, que fallecería en 1601 y, en segundas nupcias (1605), con la princesa Louise-Marguerite de Lorena (1588-1631), hija del Duque de Guisa, de la cual tan solo obtendría una hija llamada María, que fallecería prematuramente en 1610.



Carlos II de Borbón-Condé (1562-1594), Cardenal de Vendôme y luego de Borbón, tuvo un hermano gemelo llamado Luis, de débil salud que fallecería a la edad de 18 meses. Educado en Roma, se convierte a la muerte de su tío en arzobispo de Rouen (1582). Nombrado cardenal por el papa Gregorio XIII, jamás recibió la ordenación sacerdotal. Jefe de los consejos del rey Enrique III de Francia, también era abad de Saint-Denis y de Saint-Germain-des-Prés, entre otras abadías. Los católicos ultras respaldaron su candidatura como "rey de Francia" a la muerte del rey Enrique III, para oponerle al pretendiente legítimo, Enrique IV de Borbón (rey de Navarra y luego rey de Francia), pero tras la conversión de éste al catolicismo, dejó de ser un rival político y su candidatura fue olvidada. Falleció en su abadía de St. Germain-des-Prés.



Charles de Bourbon-Condé o Carlos de Borbón-Condé, Conde de Soissons y de Dreux (1566-1612), era hijo del segundo matrimonio del Príncipe Luis I de Condé con Francisca de Orléans-Longueville. Tomó parte activa en la Liga Católica para luego aliarse con Enrique IV, tras haber apoyado y trahicionado a todos los partidos. Figura de proa de las guerras de religión, se levantaría en armas contra la regente Catalina de Médicis junto a su medio-hermano Enrique I de Condé. Pese a figurar como príncipe católico, participó en la batalla de Coutras (1587) en el rango de los príncipes protestantes. Opuesto al rey Enrique III de Francia y al partido Español liderado por los Duques de Guisa, intentó en vano casar a su hermana Catalina con Enrique IV, rey de Francia y de Navarra.

A la muerte del buen rey Enrique IV (1610), protestó airadamente contra el nombramiento de su viuda María de Médicis, para asumir la regencia del reino mientras fuera menor de edad Luis XIII. Pero se volvió más conciliador cuando ésta le ofreció el gobierno de la provincia de Normandía.



De su matrimonio con Anne de Montafié (1577-1644), celebrado en 1601, tuvo un hijo, Luis, y varias hijas de las cuales podemos citar a Maria-Margarita y a Luisa.




La primera, Maria-Margarita de Borbón-Soissons (1606-1692), llamada "Mademoiselle de Soissons", fue destinada al convento pero abandonó esa vía para casarse, en 1625, con Tomás-Francisco de Saboya, Príncipe de Saboya-Carignano (ob.1656), del cual tendría tres hijos:

-Mauricio-Eugenio de Saboya-Carignano (1633-1673)

-Manuel-Filiberto de Saboya-Carignano (ob.1709), antepasado directo de la Casa Real Italiana.

-José-Manuel de Saboya-Carignano (ob.1656)

Su hermano habiendo muerto sin herederos legítimos, el condado de Soissons pasó directamente a Maria-Margarita y, de ésta, a la Casa de Saboya-Carignano que desciende de ella, por expreso permiso del rey Luis XIII de Francia.



La segunda, Luisa de Borbón-Soissons (1603-1637), casó con Enrique II de Orléans, Duque de Longueville y d'Estouteville, Príncipe de Neuchâtel, en 1617.

Nótese que Anne de Montafié era la hija de la esposa de su hermano Francisco, duque de Conti. Extramatrimonialmente, el Conde de Soissons tuvo de su amante Anne-Marie Bohier, dos hijas bastardas que entraron en el convento: Carlota y Catalina.


domingo, 14 de septiembre de 2014

EL Ier PRÍNCIPE DE CONDÉ



CONDÉ_Ier Príncipe de / 1er. Prince de_Louis I de Bourbon, 1er. Príncipe de Condé, Duque de Enghien, Marqués de Conti, Príncipe de la Sangre y Par de Francia (Castillo de Vendôme, Borbonesado, 07-05-1530 / Batalla de Jarnac, 13-03-1569). Fue un príncipe de la dinastía Capetiana perteneciente a la rama de los Duques de Borbón y de Vendôme, con derechos sucesorios a la Corona de Francia, hermano menor de Antonio, rey consorte de Navarra, y tío paterno del rey Enrique III de Navarra, posteriormente rey Enrique IV de Francia. Fundó la Casa Principesca de Borbón-Condé.

Sus padres fueron Carlos IV de Borbón, Duque de Vendôme, y Francisca d'Alençon. Sus hermanos y hermana, Margarita, duquesa de Clèves, Francisco, conde d'Enghien, Carlos, Cardenal de Rouen, Juan, duque d'Estouteville y conde de Soissons.



De su primer matrimonio, en 1551, con Eleonora de Roucy de Roye (1535-1564), tuvo tres hijos:

-Enrique I, príncipe y duque de Condé

-Francisco, príncipe y duque de Conti

-Carlos II, cardenal de Borbón




En segundas nupcias (1565), casó con Francisca de Orléans-Longueville (ob.1601), que le dió un hijo:

-Carlos, conde de Soissons.

Francisca de Orléans-Longueville procedía de una rama bastarda de los Orléans que descendían de los Valois directos.

Louis I tuvo también de Isabel de La Tour una hija natural nacida en Lyon, en 1564.


El Fundador


Jorobado y miserable, taras que siempre intentará esconder bajo un aspecto altivo y fastuoso, había heredado de su padre y de sus más lejanos ancestros un natural coraje y mucho ánimo, que le permitían brillar en todos los ejercicios físicos de su tiempo. Sin embargo, según otros testimonios, decían que tenía gran presencia, una cara agradable decorada con una barba rubia, siendo muy apreciado por las damas por su natural alegría y su gran vigor físico. Su alegría de vivir y su complacencia hacia el sexo femenino contrastaba con la austeridad de sus progenitores, y prefigura más bien el ardor que caracterizará a su sobrino, el futuro rey Enrique IV de Francia.

En 1547, teniendo 17 años, está presente en la coronación del rey Enrique II de Francia.

Busca, inicialmente, su camino siguiendo los pasos de su padre en la carrera militar, al servicio del rey. Hace entonces sus primeras armas en Piamonte, sirviendo bajo las órdenes del mariscal de Brissac, a la edad de 18 años.

Mucho menos rico que los Duques de Guisa, que reciben siete veces más en pensiones y prebendas diversas que él siendo Príncipe de la Sangre, es él quien, siendo además el primero de la saga de los Príncipes de Condé, inaugura la tradición del jefe rebelde y de gran capitán. Es tras sus numerosas victorias, cuando creyó que podía esperar más favores por parte de la corona pero, después de la firma de la Paz de Câteau-Cambrésis, no recibió ni las gracias y aún menos recompensa por sus preciosos servicios. Puede que sea entonces el punto de inflexión en la vida del personaje, en el que empieza a sentir una hostilidad crónica hacia el poder.

De su abuela, María de Luxemburgo, hereda el castillo de Condé-en-Brie; sin embargo, no queda claro si el título de la familia es sacado de esta posesión o de la tierra de Condé-sur-Escaut (Bélgica), ambas pertenecientes a la familia Borbón.


Las Guerras de Religión


Habiendo abrazado la religión reformada, toda su vida chocará frontalmente con el partido católico y, notablemente, con los Duques de Guisa, a los que considera como usurpadores de sus propios derechos y que, en repetidas ocasiones, intentaron asesinarle. Pero, desbordante de ambiciones, se encuentra dispuesto a vivir todas las aventuras que se le presentan. Encabezó a los protestantes durante las primeras guerras religiosas, no por convicción religiosa sino más bien por ambición personal. Los protestantes necesitaban a un príncipe mucho más carismático que el duque Antonio de Borbón-Vendôme, rey consorte de Navarra, aunque desde luego su vida disoluta no concordaba en absoluto con los valores de aquellos. Apartado del poder, intenta dar un golpe de fuerza cuyo objetivo era convocar los Estados Generales y deshacerse de los Duques de Guisa. La muerte de su aliado, La Renaudie, en 1560, desacreditaría la tentativa quedando patente en la historia como "La Conjura de Amboise". Intentando volver en el favor real, se presentó ante el rey quien mandó arrestarle y condenándole a muerte, pero el Canciller Michel de L'Hospital, sabiendo que Francisco II estaba ya agonizando, retrasó su ejecución y, a la muerte del rey, le liberó.





En 1562, obtiene el apoyo de Inglaterra en sus tentativas de hacer reconocer los derechos de los protestantes, prometiéndole la reina Isabel I una subvención de 100.000 coronas a cambio de la ciudad portuaria de Le Havre. Tras la masacre de un grupo de protestantes en Wassy, a manos del Duque de Guisa, Condé toma la ciudad de Orléans y empuja, de este modo, al país a la guerra religiosa.

Durante las guerras de religión, el Príncipe de Condé pasará sin dificultades de un bando a otro, siempre a merced de sus propios intereses personales. Bien acogido por la reina Catalina de Médicis, que pretende utilizarle para equilibrar la influencia de los Guisa, se ve agasajado y cortejado por ambos lados. Tras su rechazo, Condé caería víctima del "escuadrón volante" de Catalina de Médicis: seducido por Isabel de Lineuil, es llevado a firmar la paz. Nombrado gobernador de Picardía y de los territorios reconquistados, exige en premio a su fidelidad el cargo de Teniente General pero, debiendo nuevamente encajar un nuevo revés, intenta por segunda vez hacerse con la persona del rey Carlos IX, y fracasa.

En 1568, firma un tratado de asistencia mútua con el almirante De Coligny y el Príncipe Guillermo I de Nassau-Orange, en su común lucha contra los católicos. Decepcionado al verse rechazado por España, retoma las armas para atacar París. Vencido en Saint-Denis, da media vuelta y asedia Chartres con la ayuda de los mercenarios alemanes. Firma entonces la paz en Longjumeau y contra los consejos de su amigo Coligny. En agosto del mismo año, la guerra es retomada y Condé se ve arrastrado en las operaciones del Oeste del país. Encontraría la muerte en 1569, en el curso de la batalla de Jarnac.

Queriendo proteger al almirante De Coligny, Condé cayó de su montura partiéndose una pierna; hecho prisionero en el momento de entregar su espada, es friamente asesinado de un pistoletazo en la sien por el conde de Montesquiou, capitán de guardias del Duque de Anjou (futuro rey Enrique III de Francia). Tras su muerte, el Duque de Anjou hizo transportar su cadáver a lomos de un burro.