viernes, 21 de diciembre de 2012

EL VIIIº MARQUÉS DE MIREPOIX

 
 
MIREPOIX_VIIIº Marqués de / 8eme Marquis de_Louis François Marie Gaston de Lévis-Léran, Marqués de Léran y de Mirepoix (Castillo de Léran, Languedoc, 1724 / Venecia, 23-02-1800). Hijo de Gaston-Jean-Baptiste de Lévis, Conde de Léran (1704-1747) y de Jeanne-Gillette Baillon de Blancpignon, era el nieto de Paul-Louis de Lévis, Marqués de Léran y Vizconde de Pradelles (1666- ? ), caballero de la Orden Militar de San Luis, y de Anne-Marguerite de Lévis-Mirepoix. Fue el representante y jefe de la rama de Lévis-Léran.

Nuestro personaje pertenece a una de las primerísimas familias de muy rancio e ilustre abolengo de la Francia meridional, muy ligada al Languedoc. Hasta donde alcanza la memoria popular, ya existía un proverbio que hablaba de la familia Lévis como una de las responsables, con otras cuatro locales, de haber echado a sangre y fuego a visigodos y sarracenos de aquellas tierras, forzándoles a cruzar los Pirineos. Lejos de contentarse con sus viejas gestas militares en las Cruzadas, los Lévis gustaban recordar su "parentesco" con la Virgen María, madre de Jesús de Nazaret, indicando que ésta procedía de la tribu judía de los Lévi y que, por ese motivo, todos ellos eran "primos" de la madre de Cristo. Cierto o no ese lazo de sangre, todo parece apuntar que dicho linaje sacó su nombre de la localidad francesa de Lévis-Saint-Nom, señorío que fue cedido en el siglo XII a Philippe I de Lévis (c.1150-1204), probablemente (y como todo parece apuntar) benjamín de una muy numerosa y ya poderosa familia feudal como los Chevreuse y los Montfort (?). De hecho, esas tres casas compartían los tradicionales nombres de pila de Guy, Simon y Philippe.

Guy I de Lévis (c.1180-1233), será el 1er señor de Mirepoix, feudo concedido por su suegro Simon de Montfort, después de haber participado activamente en la Cruzada Albigense, y cuya posesión sería ratificada en 1229 por el Tratado de París. Los Lévis pasaron a ser llamados "mariscales de Mirepoix" y, en el siglo XV, a ostentar el título hereditario de "Mariscal de la Fe". La familia consiguió erigir su ciudad de Mirepoix (actualmente en el Departamento de l'Ariège, región del Mediodía-Pirineos) en sede del obispado del mismo nombre en 1317, de manos del papa Juan XXII. También ostentaron la senescalía de Carcassone a lo largo de dos siglos. En el siglo XVII, la tierra de Mirepoix era erigida en marquesado.

El viejo linaje dio extraordinarios frutos a la Corona Francesa, sobretodo en el ámbito militar y clerical a lo largo de su historia.

Louis François abrazó la carrera militar siguiendo la ya muy antigua tradición familiar, inaugurándola como Mosquetero de la Guardia del Rey en 1744; luego pasó a ser coronel del Regimiento Royal-Marine en 1745, brigadier en 1756... Participó activamente en las guerras de Sucesión Austríaca y de los Siete Años, siendo condecorado con la cruz de la Orden Militar de San Luis por Luis XV, y licenciándose con una impecable y brillante hoja de servicio.

Ya en aquella época, alternaba la vida de los cuarteles y campos de batalla con la de gran propietario agrario y de patrón industrial dueño de 3 fundiciones, sin olvidarse de las imprescindibles aunque cortas estancias en la Corte.
 
 

En 1751, casó con su prima Catherine-Agnès de Lévis-Châteaumorand (1736-1783), una de las cuatro hijas de Charles-François de Lévis, Marqués de Châteaumorand (1698-1751) y de Philiberte de Languet de Robelin de Rochefort. Las otras tres hermanas de la novia fueron:

-Anne-Charlotte de Lévis-Châteaumorand, c.c. Louis-Claude de Clermont, Marqués de Montoison (1722-1765).

-Marie-Éléonore-Eugénie de Lévis-Châteaumorand, c.c. Charles-François-Casimir, Conde de Saulx-Tavannes, Ier Duque de Tavannes (1739-1792).

-Marie-Odette de Lévis-Châteaumorand (1740-1766), c.c. Achille-Joseph de Robert, Marqués de Lignerac, IIº Duque de Caylus.

 

La pareja, bien avenida, tendrá ocho hijos a los dos años de casados:

-Charles-Philibert-Marie-Gaston de Lévis, Conde de Lévis-Mirepoix (1753-1794), c.c. Alexandrine-Marie-Julie-Félicitée de Montboissier de Beaufort-Canillac (ob.1807) => con descendencia.

-Marie-Vincentine de Lévis-Mirepoix, c.c. Jean-Jacques Joseph de Polastron de La Hillère, Marqués de Grepiac.

-Henriette-Charlotte de Lévis-Mirepoix, canóniga en Metz.

-Marie-Gabrielle de Lévis-Mirepoix, Abadesa de Montargis.

-Jeanne-Odette de Lévis-Mirepoix, canóniga en Neuville.

-Marie-Thérèse de Lévis-Mirepoix, c.c. Louis Sylvestre de Crugy Marcillac.

-Louise-Élisabeth de Lévis-Mirepoix, religiosa en Montargis.

-Guy-Casimir de Lévis-Mirepoix, Vizconde de Mirepoix, subteniente de caballería.

En 1757, al fallecer su pariente el Mariscal-Duque de Mirepoix, heredó, no solo del marquesado de Mirepoix, sino también de todas las tierras y señoríos de las dos ramas mayores de la familia, que se extinguieron por línea de varón en 1699 y 1757. Invierte mucho en su castillo de Lagarde a partir de 1759: restauración y reacondicionamiento de una antigua fortaleza medieval-gótica reconvertida cien años atrás en una joya arquitectónica del clasicismo francés por capricho de una antepasada suya, la Marquesa Viuda de Mirepoix, Louise de Roquelaure (ob.1674). Los trabajos serán tan logrados, que la mansión merecerá el justo apelativo de "Versailles del Languedoc". Tan absorbido por ese pasatiempo, le llevó a que sus apariciones en la corte de Luis XVI se hicieran cada vez más raras por no decir escasas:

-"¡Sois raro de ver, Monsieur de Mirepoix!" le soltó un día la reina Maria-Antonieta al verle aparecer en Versailles.

-"¡Madame, ya se ve que Vuestra Majestad no conoce Lagarde!" espetó el marqués.

De hecho, a finales del reinado de Luis XV, el marqués prefiere invertir su tiempo en gestionar su patrimonio y su negocio de la fundición -que le da más beneficio que la explotación agraria de sus tierras-, que perder su tiempo en pavonearse por los salones de Versailles o París. Después de la firma de la paz en Europa y a partir de 1774, el Marqués de Mirepoix deja de lado las armas para dedicarse a gestionar su fortuna y vigilar sobre el terreno la buena marcha de sus negocios.

Cuando en 1789 se cierne sobre Francia la grave crisis económica que trae consigo la tormenta revolucionaria, el marqués asiste a la apertura de los Estados Generales del Languedoc, el 17 de marzo. De aquellas sesiones políticas saldría elegido diputado de la nobleza junto con su hijo, para representar a su provincia en los Estados Generales convocados por Luis XVI en Versailles. Sin embargo, rehusa participar activamente en éstos y delega en su hijo Charles-Philibert, quien se encarga de acudir a la ceremonia de apertura el 5 de mayo.

Después del 14 de julio, la revolución es un hecho y los desórdenes se multiplican tanto en París como en provincias. Muchos aristócratas optan por emigrar a tierras más apacibles y seguras, siguiendo el ejemplo del Conde de Artois, hermano menor del Rey. Durante aquel agitado verano, el marqués se ve en la obligación de hacer constatar a las autoridades populares que, contrariamente a lo que afirman los rumores, no hace acopio de miles de armas y de municiones en pólvora y en balas de plomo en su castillo de Lagarde. Para poner punto final a esa acusación popular, requerirá de los municipios de Pamiers, Saverdun y Foix una visita con inspección incluída. Los inspectores darán fe, mediante acta oficial, "de que no se encontró en su residencia más que las armas habituales de un gran propietario que vive en el campo, y que puede y debe de tener junto con sus municiones para la caza."

El municipio de Saverdun le librará, en consecuencia, un certificado de "civismo".

Pese a todo, el marqués ya no se siente a gusto en sus tierras: su autoridad es puesta en entredicho, desafiada por el pueblo aplastado por los impuestos y por esa naciente burguesía que aspira al poder político.

Oliendo lo que se le viene encima, el marqués de Mirepoix opta por trasladar sus archivos históricos a Toulouse y manda arreglar a su notario la sucesión a favor de su hijo, cediéndole todos sus bienes. Con todos sus asuntos arreglados y dejando al Sr. Dufresne, su notario e intendente, al frente de la gestión de sus tierras y con precisas ordenes de liquidar sus negocios, de vender sus caballos y despedir a parte del personal doméstico sobrante, prepara su huída al extranjero. Su hijo, que se encuentra en ese momento en París, intentará defender el patrimonio familiar en medio de la imparable marea revolucionaria.

En octubre de 1789, el Marqués de Mirepoix hace sus baúles y abandona discretamente su querido Castillo de Lagarde llevándose con él todo el dinero que ha podido reunir: 500.000 Francos. No sin dificultades, consiguirá llegar a Roma el 29 de octubre, donde será cálidamente acogido por su amigo el embajador de Francia en la Corte Vaticana, el Cardenal de Bernis. Atrás, ha dejado a sus hijos e hijas; su mujer había fallecido en 1783, ahorrándole la muerte el disgusto de ver cómo se hundía, de la noche a la mañana, todo su mundo.

En 1790, el diplomático y cardenal de Bernis intentará, desde su embajada romana, evitar tener que prestar el juramento a la Constitución Civil del Clero. Un año después, en 1791, recibe la orden desde París de prestar dicho juramento pero se niega a hacerlo y, en consecuencia, recibe una carta oficial anunciándole que debe regresar de inmediato a París. Una segunda negativa por parte del cardenal, que opta por permanecer en Roma, provoca su relevo del cargo, le quitan su obispado de Albi, su renta y embargan todos sus bienes. Fallecería completamente arruinado en Roma, en 1794.

El hijo del Marqués de Mirepoix, Charles-Philibert, que ha optado por permanecer en Francia, intenta en vano salvar el patrimonio familiar. Arrestado en su castillo de Lagarde, es transferido a París, llevado ante un tribunal y guillotinado el 28 de mayo de 1794. El castillo de Lagarde, mientras tanto, será saqueado e incendiado por el populacho.

El intendente y notario del marqués, Dufresne, será a su vez apresado junto con otras 11 personas de la ciudad de Mirepoix y llevadas en carreta hasta París para ser allí guillotinadas. Por fortuna, el convoy de los condenados llegará justo después de la caída del gobierno de terror de Robespierre y Saint-Just, lo que les salvará a todos la vida.

Tras la muerte del Cardenal de Bernis, su principal sostén en Roma, el Marqués de Mirepoix y de Léran tendrá que abandonar las orillas del Tíber para instalarse en Venecia. Es allí donde le sorprende la muerte, el 23 de febrero de 1800, arruinado y viviendo casi en la indigencia. Sus restos serán sepultados en la Iglesia de San Vitale, donde una placa de mármol y un retrato perpetúan su recuerdo.
 
 

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