miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL IIIer DUQUE DE OSUNA




OSUNA_IIIer Duque de_Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar, IIIer Duque de Osuna, G.E., IIIº Marqués de Peñafiel, VIIº Conde de Ureña, Caballero de la Orden del Toisón de Oro, etc. (Osuna, 17-12-1574 / Barajas, 24-09-1624).

Noble, político, militar y cortesano español más conocido bajo el apelativo de El Gran Duque de Osuna, que fue virrey y capitán-general de Sicilia y de Nápoles sucesivamente bajo los reinados de Felipe III y Felipe IV de España.

Hijo de Juan Téllez-Girón de Guzmán, IIº Duque de Osuna, y de Ana María de Velasco y Tovar, hija del IVº Duque de Frías, Condestable de Castilla.

De niño, se trasladó junto con sus padres y abuelo, el Ier Duque de Osuna (Pedro Téllez-Girón y de La Cueva), a Nápoles cuando éste fue nombrado virrey de aquel reino italiano en 1582. Huérfano de madre, estuvo al cuidado de su abuelastra Isabel de La Cueva y Castilla (hermana del VIº Duque de Alburquerque), y su formación académica le fue proporcionada por Andrea Savone, literato y humanista que le enseñó el latín, historia, geografía, compaginando sus estudios con la formación de caballero: esgrima, equitación,...

De vuelta a España, su abuelo lo envió a la Universidad de Salamanca para completar su educación y estudiar retórica, filosofía y derecho.

El 7 de febrero de 1594, casaba en Sevilla con Catalina Enríquez de Ribera, hija del opulento IIº Duque de Alcalá de los Gazules y nieta, por su madre, de Hernán Cortés.

Convertido ya en Marqués de Peñafiel tras la muerte de su abuelo en 1590 -título de los herederos de la Casa de Osuna-, hizo un viaje instructivo por Portugal antes de verse nombrado para formar parte de la embajada española a París, concluyéndose allí la Paz de Vervins.

El 13 de septiembre de 1590, fallecía en la Villa y Corte de Madrid su abuelo. Una década después, en 1600, fallecía a su vez su padre, convirtiéndole en el IIIer Duque de Osuna y Grande de España, y en la segunda fortuna española después de los Duques de Medina Sidonia.

Sus inicios en la corte se distinguieron por su pronunciado libertinaje sexual, sus escándalos, riñas y encontronazos con la Justicia, por lo que el rey Felipe III lo desterró a Sevilla. Dada la persistencia de su actitud inmoral en la capital andaluza, sería nuevamente obligado a retirarse en su villa de Osuna y, finalmente, apresado en Arévalo. Gracias a la ayuda de su tío el Duque de Frías, escapó de su prisión y marchó a combatir en los Países-Bajos como simple soldado. Agasajado en París y luego en Bruselas por el Archiduque Alberto y la Infanta Isabel-Clara-Eugenia, encontró su hueco en la compañía del capitán Diego Rodríguez, con una paga de 4 escudos mensuales. Tiempo después, le dieron el mando de dos compañías de caballería.

Su estancia en los Países-Bajos españoles duró 6 años, en los que demostró sobrada valía y arrojo en las batallas.

En 1604, se encontraba en Londres, junto con su tío el Duque de Frías, en las celebraciones del tratado de paz entre Jacobo I de Inglaterra y Felipe III de España.

En 1606, pierde el dedo pulgar de la mano derecha durante el asalto a la Plaza de Grol, que le es arrancado de un balazo de mosquete. Aunque prontamente recuperado, tuvo que hacer un aprendizaje intenso para adquirir soltura como zurdo: escribir, sostener y manejar la espada, la pistola y el tenedor con tanta soltura como cuando lo hacía siendo diestro.

Pese a sus eminentes y loables servicios, Osuna chocó frontalmente con el Archiduque Alberto de Austria cuando éste inició las conversaciones de paz con el Príncipe Mauricio de Orange, estatúder de Holanda. Radicalmente contrario a las negociaciones con los holandeses, Osuna fue conminado a dejar Bruselas y regresar a Madrid. Fue, sin embargo, recompensado con el collar de la Orden del Toisón de Oro.

De vuelta a Madrid, el Duque de Osuna fue recibido en audiencia privada por el rey Felipe III para, luego, dar cuenta de sus hechos en Flandes ante el Consejo en pleno, a lo largo de 2 horas. De allí salió nombrado gentilhombre de cámara, miembro del Consejo de Portugal y consejero privado de Su Majestad en los asuntos de Flandes y negociaciones con las Provincias Unidas.

Por otro lado, consiguió para su hijo y presunto heredero, Juan Téllez-Girón, Marqués de Peñafiel, la mano de Isabel de Sandoval, hija del Duque de Uceda y nieta del Duque de Lerma, validos del rey, lo que supuso la apertura, para él, de todas las puertas a los puestos más altos del Estado.

En febrero de 1610, Osuna era nombrado por el Consejo y por el rey, nuevo virrey del reino insular de Sicilia (confirmación del 18-09-1610). Llegado a la isla el 9 de marzo de 1611, se encontró con una situación desastrosa: el erario público se había declarado en bancarrota; se falsificaba y adulteraba la moneda; la inflación era galopante; los ladrones asaltaban comercios en pleno día, era imposible viajar sin una fuerte escolta armada hasta los dientes; el sistema judicial arbitrario, completamente corrompido y en manos de los nobles locales, y las cárceles sobrepobladas... Y, para colmo, la escuadra siciliana estaba desarmada, desorganizada y conformada por hombres de la peor calaña.

Como nuevo virrey, Osuna obró milagros para reconducir la paupérrima situación siciliana: restituyó el crédito de la hacienda, restableció la moneda, ajustó los impuestos, equilibró los presupuestos y consiguió aumentar la recaudación. Los caminos y las calles fueron limpiadas de salteadores y ladrones. Restauró la autoridad y libertad de los jueces y magistrados, se abrieron las cárceles y cesaron los arrestos arbitrarios.

Con mucha astucia, tesón y disciplina, consiguió reformar y consolidar la armada siciliana hasta llevarla al primer rango en eficacia y poder disuasorio ante la amenaza naval de turcos y berberiscos. Por otro lado, logró autorización real para conceder patentes de corso a capitanes de buques de su propiedad, dando una quinta parte de los botines obtenidos al rey Felipe III, otra quinta a la Real Hacienda y otro tanto a sus hombres convertidos en corsarios. El grueso de la rapiña llenaba sus arcas, facilitándole los medios para construir más buques y financiar los de la Corona Española.

Impresionado por la gran labor del duque-virrey, Felipe III le concedió el virreinato de Nápoles en junio de 1616, para que obrara los mismos milagros en un reino también afectado por muchos desórdenes. Renovó el éxito por segunda vez y, encima, se hizo con el dominio del Mar Adriático.

Sin embargo, sus contínuas acciones corsarias, sus choques con la Serenísima República Veneciana, celosa del poderío naval recién adquirido por el virrey, y su actitud desafiante ante las órdenes del Consejo Real (que consideraba perjudiciales para la Monarquía Hispánica) empezaron a malmeter sus excelentes relaciones con la corte de Madrid.

La famosa "Conjura de Venecia", urdida por la Serenísima, arruinó la reputación del Duque de Osuna, y puso al descubierto todo un entramado de sobornos en la corte española: desde el Duque de Uceda hasta el confesor del Rey Felipe III, eran untados con dinero contante y sonante, y regalos carísimos que venían directamente de Nápoles. A los sobornos, se unieron las maledicencias de parte de la aristocracia napolitana, enemistada con el virrey, acusándole de planear independizarse de España y soñar con coronarse rey de Nápoles aprovechando su poderío naval y su gran popularidad entre el pueblo.

Tras la caída en desgracia del Cardenal-Duque de Lerma en 1618 y su reemplazo por su propio hijo, el Duque de Uceda, se inició en la corte española una purga contra destacados miembros de la administración anterior. A esto se sumó la influyente intervención del fraile Lorenzo de Brindisi (agente de esa nobleza napolitana enemistada con el virrey) ante el rey Felipe III, que tuvo lugar en Lisboa en mayo de 1619, y en la que se atacó al Duque de Osuna denunciando sus abusos de poder y sus supuestos planes de independización.

Olvidando los grandes servicios brindados a la Corona, Felipe III ordenó que Osuna regresara a Madrid para que respondiera de todos los cargos presentados contra él (1620). El 28 de mayo de 1620, el duque abandonaba su cargo y se presentaba ante el Consejo Real.

Mientras Osuna pacientaba para obtener audiencia con el Rey, éste falleció el 31 de marzo de 1621. Considerado un "obstáculo" que había que silenciar y abatir por la camarilla de Baltasar de Zúñiga y el Conde de Olivares, el duque fue detenido y encarcelado sin brindarle jamás la oportunidad de tener un juicio justo.

De prisión en prisión, el Duque de Osuna nunca volvería a recobrar la libertad ni ser rehabilitado. El 24 de septiembre de 1625, fallecía enfermo y abatido por su suerte.

De su matrimonio con Catalina Enríquez de Ribera y Cortés de Zúñiga, hija de los Duques de Alcalá de los Gazules, tuvo dos hijos:

-Juan Téllez-Girón y Enríquez de Ribera (1598-1656), IVº Duque de Osuna, G.E.

-Antonia Téllez-Girón y Enríquez de Ribera (1610-1648), c.c. Francisco Fernández de Castro, IXº Conde de Lemos, G.E.

De sus deslices extramatrimoniales, tuvo 4 hijos ilegítimos: dos hijas y dos varones.

 


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