BEJA_VIIº Duque de_Francisco Xavier de Bragança, Infante de Portugal, Prior de Crato, IIº Señor del Infantado, VIIº Duque de Beja, Condestable de Portugal, Caballero de la Orden de Cristo (Palacio Real de Lisboa, 25-05-1691 / Óbidos, 21-07-1742). Sus nombres de pila bautismal fueron los de Francisco Xavier José Antonio Bento Urbano de Braganza, siendo tercer hijo del rey Pedro II de Portugal y de su segunda esposa Maria-Sofía de Baviera-Neoburgo; fue bautizado en la capilla real por el arzobispo de Lisboa y capellán mayor de palacio, Don Luis de Sousa, teniendo por padrino al Elector Palatino, hermano de su madre, representado por el Cardenal Veríssimo de Lancastre, arzobispo-primado de Braga e Inquisidor General del Reino.
En el orden sucesorio al trono, figuraba en segundo lugar después de su hermano Juan, Príncipe de Beira y de Brasil (1689-1750) -futuro rey Juan V de Portugal en 1706-. Mientras su hermano mayor careció de descendencia, fue el presunto heredero de la Corona hasta 1711, fecha en que nació la infanta Maria-Bárbara (futura reina de España).
Tras él venían:
-Antonio de Braganza, Infante de Portugal (1695-1747)
-Teresa de Braganza, Infanta de Portugal (1696-1704)
-Manuel de Braganza, Infante de Portugal (1697-1766)
-Francisca Josefa de Braganza, Infanta de Portugal (1699-1736)
Aún niño, su padre le concedió el título de Duque de Beja (séptimo titular), la dignidad de Condestable de Portugal, la de Prior de Crato y el Señorío de la Casa del Infantado -o Señorío del Infantado-, que reunía un enorme patrimonio que se había constituído con los bienes incautados a los partidarios de la Corona Española durante la guerra de independencia lusa (1640), y cuya "capital" era la localidad de Queluz.
Jamás infante portugués obtuvo tantos bienes y tan fabulosas rentas; irónicamente, a su muerte estaría cubierto de deudas.
Según los historiadores portugueses que se interesaron por este singular personaje principesco, "... continúa siendo un personaje enigmático de la Historia Portuguesa (...) a quien se atribuye el proyecto de, por violentos medios, substituir a su hermano en el trono. Faltan pruebas tangibles para asegurar que así fue, aunque ciertamente el infante no dejase buen recuerdo de su nombre, por sus instintos crueles y por la rudeza de sus maneras. Dedicaba su tiempo a las cacerías, su pasatiempo favorito, primero en Salvaterra y luego en el coto de Samora, acudiendo raramente a palacio para participar en las solemnidades religiosas y cortesanas (...) Todo rezuma misterio en su comportamiento, teniendo sin embargo la certeza de que a partir de 1715, se consumó su definitiva ruptura con la Familia Real."
Uno de sus deleites, entre tanto divertimento, era demostrar a su gente su pericia y puntería con sus pistolas y fusiles, abriendo fuego sobre las pobres gentes que acudían a verle pasar a bordo de su barco y le saludaban ingénuamente desde las orillas del Tajo.
En Queluz, era el terror de los habitantes por sus crueldades.
Ambicioso, alimentaba la idea de usurpar el trono y quitar la corona a su hermano Juan V, a imagen y semejanza de su padre Pedro II cuando se deshizo de su tío el rey Alfonso VI, que acabó recluído en las Azores. Por ello, y para seguir aquel ejemplo en todo detalle, cuando el rey Juan V salía de Lisboa, llegaba a incomodar a la reina Doña Maria-Ana Josefa de Austria, su cuñada, haciéndole descaradamente la corte y de la manera más indecorosa, buscando indisponerla con su marido con tentadoras ofertas y ambiciosas promesas.
La reina, desconfiando muy mucho de su carácter y de sus negros proyectos, se opuso terminantemente a que el rey acudiese a una peregrinación que Don Juan V deseaba hacer en Italia, a Nuestra Señora de Loreto.
Los amigos que formaban el dudoso entorno del Infante Francisco Xavier, decían de él que tenía grandes conocimientos de la ciencia náutica, teóricos y prácticos. Sus enemigos contemporáneos, por contra, recalcaron lo antipático que llegaba a ser el infante en su trato, distinguiéndose tan solo por su carácter cruel y sus no menos peligrosas ambiciones personales, amen de ser un auténtico criminal.
Nunca llegaría a casarse, su mala fama teniendo ecos negativos en las cortes europeas y en la lusa, obviamente. De vida disoluta y desordenada, derrochando a manos llenas su aparentemente inagotable fortuna, tuvo por amante a una monja que respondía al nombre de Mariana da Silveira, que encontraría la muerte en su convento de Santa Ana de Lisboa, al sorprenderle en su celda el terremoto de 1755. Aquella religiosa le dió sin embargo dos hijos bastardos:
-Pedro de Portugal (fallecido en 1741).
-Joao da Bemposta (1710-1780), que sería reconocido como sobrino natural del rey Juan V en 1750 (legitimado), y que fue capitán-general de la Armada Real y de las Galeras Reales, mayordomo mayor de palacio, consejero de Estado y de Guerra, teniendo privilegio de paso sobre los demás titulares de la Corte en funciones cuando éstos se reunían en presencia del rey. Sin embargo, el rey nunca le permitió heredar los cuantiosos bienes de su padre aunque, eso si, le concedió la propiedad real y palacio de Bemposta. Casaría en 1757 con Maria-Margarita de Lorena de Melo-Cadaval (1713-1764), Marquesa Viuda de Abrantes y Condesa de Penaguiao, 1ª Duquesa de Abrantes. No tuvieron descendencia.
El infante fallecería a la edad de 51 años, usado por los excesos y cubierto de deudas en la Quinta das Gaeiras, propiedad de Bernardo Freire de Sousa, en la localidad de Óbidos, siendo sepultado en el Panteón de los Braganza en el Monasterio de San Vicente de Fora, en Lisboa.
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